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¿Sabes lo que es la bioacumulación?
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Es la acumulación gradual y durante un periodo determinado de una sustancia química en nuestro organismo, ya sea porque el producto es absorbido más rápidamente de lo que puede ser utilizado o porque no puede ser metabolizado por el organismo.
Con el creciente interés por el autocuidado y lo saludable, queremos saber y nos preocupa, todo lo que de forma directa o indirecta puede afectar a nuestro bienestar (y, de paso, también al del planeta).
Todo ello ha dado lugar a un movimiento que aboga por la transparencia de la elaboración e ingredientes de los productos que utilizamos. Pero, sin embargo, no solemos tener en cuenta la bioacumulación a la que sometemos a nuestros cuerpos.
Desde los cosméticos hasta el agua que bebemos o los tejidos de nuestra ropa pueden contener contaminantes que ciertas regulaciones permiten en ‘dosis segura’. Por ejemplo, el plomo en el lápiz labial (la FDA lo ‘exculpa’ en los niveles bajos que contiene) o conservantes comunes como los controvertidos parabenos (legalmente permitidos en ciertos países bajo la noción de ‘dosis segura’).
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No es el ingrediente, sino la suma
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El problema no es el ingrediente cosmético, que aparece en una dosis segura, sino cuando una persona usa varios productos al día que contienen el químico en cuestión, todos los días, durante décadas. Es ahí donde empieza a gestarse la bioacumulación. Numerosos productos de cuidado personal utilizan estos mismos productos químicos aceptables en dosis bajas, que cuando se suman dejan de ser dosis bajas.
Aunque en algunos casos, se trata de dosis pequeñas, los efectos de su uso prolongado también afectan al organismo. Dolores de cabeza, irritación en la piel o mareos son algunas de las consecuencias. Y es que solo en algunos maquillajes de cara se han encontrado sustancias como el plomo o el arsénico.
Todos los productos de uso cotidiano como champús, desodorantes, esmaltes de uñas, barras de labios o lociones corporales, en ocasiones contienen sustancias nocivas para la salud.
Un estudio del Environmental Working Group (EWG) ha revelado que las mujeres estadounidenses están expuestas a 168 sustancias químicas al día por la aplicación de determinados cosméticos y productos de cuidado personal. Los hombres, a 85.
Tan solo el 10% de las 13.000 sustancias químicas que se utilizan en los cosméticos se analizan para garantizar su seguridad.÷
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Bioacumulación y disruptores endocrinos
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Muchas de esas sustancias con las que solemos estar en contacto a diario son disruptores endocrinos que pueden tener efectos dañinos en el sistema endocrino (hormonal) del cuerpo.
Las hormonas actúan en cantidades muy pequeñas y en momentos precisos regulan el desarrollo, crecimiento, reproducción, metabolismo, inmunidad y comportamiento del cuerpo. Los disruptores endocrinos son químicos capaces de mimetizar nuestras hormonas y, por tanto, de alterar el correcto funcionamiento corporal y afectar negativamente a nuestra salud. Están vinculadas a alergias, cáncer y otras patologías).
Para evitar los disruptores endocrinos, deberíamos intentar cambiar nuestros hábitos y ser conscientes de los productos que utilizamos, apostar por una dieta eco/orgánica, reducir la cantidad de plástico PET tanto en botellas de agua, plástico utilizado en supermercado, reducir o cambiar ciertos productos de limpieza con ingredientes cuestionados o evitar polyester en nuestra ropa.
Algunos de los componentes que deberíamos evitar son los derivados de petróleo en bálsamos labiales como petrolatum, aceites minerales, parafinas (parafinum liquidum); el triclosán, un ingrediente antibacteriano muy utilizado en jabones o dentífricos; parabenos o ftalatos, presentes en algunas cremas; el laureth sulfate que incluyen algunas lacas de uñas o pintalabios; el sodium lauryl sulfate, típico de los champús o determinadas nanopartículas.
Los productos cosméticos están regulados bajo la normativa Europea 1223 del 2009 que junto con sus anexos expone las sustancias que no están permitidas, las concentraciones permitidas de otras, conservantes … La mayoría de los cosméticos están aprobados y regulados por la Unión Europea y la cosmética convencional puede contener químicos sintéticos pero a niveles que no son tóxicos según esa normativa
Lo que hay que tener en cuenta son las concentraciones de ciertas sustancias al aplicarlas a diario, durante muchos años y combinadas con otras sustancias nocivas que encontramos en nuestro día a día.
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